Al principio fue el susto de nuestras vidas, pero imagina mi impresión cuando miré dentro del apartamento para darme cuenta que no era el mío. Pero creo que fue peor aún para el caballero que nos abrió la puerta, pienso que también debió asustarse bastante. Aún hoy doy gracias a Dios porque no nos faltó el respeto, nos trató muy educadamente, aunque lo estábamos acusando de ladrón a gritos, creo que siempre Dios nos protege.
Menos mal que tu amiga te rescató a tiempo, jajaja... Sí, al final no nos queda más que reírnos.
Un abrazo.