Son delirios de grandeza, los que nos ocupan en estos días, preocupación ante las bajas líneas que nos ocupan, nos acostumbramos a lo recibido y no recordamos que la vida es una lucha constante de cambios por venir.
Cuando vemos la baja autoestima y los pedigüeños que azotan las calles de la vida, nosotros los acostumbrados a trabajar a diario, donde agradecemos tener brazos y piernas para mantener activa las entradas y salidas de los gabinetes de la cocina.
Estos cielos se vuelven errantes con solo mirar por unos instantes las luminosas partes del entramado risueño. Mirar por mirar los azulejos que cubren los espacios.
Somos espíritus débiles que fallamos en las etapas que debemos cumplir en la vida. Vamos dejando estelas de nuestro paso y nunca sabremos a la final que tan bien lo hicimos hoy en día. Como cambia la vida cuando en la etapa final van quedando menos días.
Nos volvemos bólidos de luz en el cielo errante, nos ven pasar pero ya no somos importantes.
Vamos dejando por escrito nuestras experiencias pasadas, esas que nos enseñaron que la vida es ahora y debemos valorar esos momentos. Hacemos inca-pie en el deber ser, en demostrar nuestros valores más apreciados. Anhelamos la justicia para todos, pero no conocemos el equilibrio para cumplir con todos.
Cae la gota ante el colapso del espacio involucrado, son parte de la belleza misma, de los colores y de los ojos en que se miran. Lentamente se acumulan ante el peso del agua y se deslizan suavemente por los pétalos de colores.
El cielo se ha vuelto errante y oscuro, se acerca otra vez la oscuridad llenándose de humedad el todo. Veo un pequeño espacio de luz, abriéndose paso entre las nubes oscuras.