Hola, querido hiver.
En esta semana se cumplió el primer mes sin mi peludo. ¡Cuánto me acuerdo de él! Sigo sin poder evitar las lágrimas cuando tengo que contarle a alguien sobre su pérdida, pero me repongo cada vez más rápido.
En las primeras semanas los peores momentos eran las mañanas. Levantarme de la cama y comprobar que no es un mal sueño, que ya no está y no regresará. Luego eran momentos puntuales, que pueden parecer tonterías pero significan mucho para mí: ver las migas de pan en el suelo (era la mejor aspiradora), los huecos donde estaban su comida y agua y su cama, escuchar ladridos de los perros vecinos… y cuando llegan las horas de sus paseos. Sigo teniendo paciencia con mi proceso de duelo y confiando en el tiempo como aliado.
En cuanto a las reflexiones estoicas esta semana se trataba sobre cómo tratar a los que odian, a quienes se conducen por la vida con agresividad hacia los demás. La mejor receta que encuentro para combatirlos es la bondad, evitar devolverles con la misma moneda. Eso les desarma, pues están preparados para pelear y desconocen cómo proceder ante alguien que les trata bien.
Lo anterior es fácil de escribir y de mantener en la teoría, pero difícil de practicar. El primer instinto es responder en la misma sintonía negativa y necesitamos apelar a nuestra fuerza de voluntad para contenernos. Pero si lo piensas dos veces te das cuenta de que el mayor damnificado es precisamente el que reparte su odio. Odiar es sufrir y esparcen ese sufrimiento buscando calmarlo. El resultado no puede ser más odio que alimenta ese círculo vicioso.
Cuando me encuentro ante un callejón sin salida y veo que no hay solución amistosa posible, mi respuesta es ignorar y desaparecer. Tengo derecho a elegir mis batallas y esas no son las mías. Además, hay quien por mucho que seas flexible y trates de llegar a un acuerdo se opondrá a todo lo que no sea su beneficio. Eso no es negociar sino imponer.
Como dice Marco Aurelio en sus Meditaciones:
La delicadeza es una fuerza invencible cuando es sincera, sin afectación y sin disfraz. ¿Qué te sucederá con el más insolente de los hombres si tú te propones tratarlo con dulzura? ¿Si cuando el caso lo requiere, tú estás satisfecho de poder dar dulcemente buenos consejos y una sabia lección en el mismo momento que él se esfuerza en ultrajarte?
Hasta la próxima publicación. Mientras tanto, ¡cuídate!
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©️Copyright 2024 Paloma Peña Pérez. Todos los derechos reservados.
Hi, dear hiver.
This week marked the first month without my furry friend. How much I remember him! I still can't stop the tears when I have to tell someone about his loss, but I get over it faster and faster.
In the first few weeks the worst times were the mornings. Getting out of bed and realising that it's not a bad dream, that he's gone and won't be back. Then there were the occasional moments, which may seem silly but mean a lot to me: seeing the breadcrumbs on the floor (was the best hoover), the holes where his food and water, and his bed were, hearing the barking of the neighbouring dogs... and when it's time for his walks. I continue to be patient with my grieving process and trust in time as an ally.
As for stoic reflections this week it was about how to deal with haters, those who conduct themselves through life with aggression towards others. The best recipe I find to combat them is kindness, to avoid repaying them with the same coin. That disarms them, because they are prepared to fight and do not know how to proceed when someone treats them well.
The above is easy to write and keep in theory, but difficult to practice. The first instinct is to respond in the same negative tune and we need to appeal to our willpower to restrain ourselves. But if you think twice you realise that the biggest victim is precisely the one who spreads his hatred. To hate is to suffer and they spread that suffering in an attempt to soothe it. The result cannot be more hatred that feeds this vicious circle.
When I am faced with a dead end and I see that there is no amicable solution possible, my response is to ignore and disappear. I have the right to choose my battles and those are not mine. Moreover, there are those who, no matter how flexible you are and how much you try to reach an agreement, will oppose anything that is not in their interest. That is not negotiating but imposing.
As Marcus Aurelius says in his Meditations:
Gentleness is an invincible force when it is sincere, unaffected and undisguised. What will happen to you with the most insolent of men if you propose to treat him with gentleness? If, when the case requires it, you are satisfied that you can sweetly give good advice and a wise lesson at the very moment when he is endeavouring to outrage you?
See you next time. In the meantime, take care!
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