ENGLISH VERSION
The town was a prison. Its streets, dead-end labyrinths. Every house, a cell. And the man, the town itself, was chained to his memories. His mind, a damp dungeon, where the ghosts of the past tortured him.
In the main square, once a place of festivities, there was now only silence and ruin. On a peeling, dirty wall, someone had scrawled in lipstick: "Traitor." The word, like a stigma, marked the town, and the town, in turn, felt marked.
Memories besieged him. Her laughter, now a mocking cackle. The touch of her hand, now a cold claw strangling him. Every corner, every window, was a mirror reflecting his failure.
As he wandered through that dismal place, he heard a voice. A deep voice, echoing within him like a sound in a bottomless well. The voice of his conscience, the unrelenting judge who condemned him.
"Traitor," the voice repeated, as a shadow enveloped him, cold and oppressive.
The shadow materialized, taking the form of an inquisitor with eyes like burning coals, piercing his soul. His words, like daggers, dug into his flesh.
"You have failed," it said. "You have abandoned your own."
Through the man's eyes, the town saw itself as a dying patient. Each building was a scar, each shadow a notch in what had been.
Sounds tormented him. The wind howled like a lament, the tree branches clawed at the windows, like desperate hands.
And always, the inquisitor's voice, whispering accusations.
Sometimes the voice came from behind, as if chasing him. Other times, from the front, as if interrogating him. And sometimes, from everywhere at once, enveloping him in a net of sound and darkness.
The man crawled through the streets, seeking a nonexistent refuge. His body, consumed by guilt, weakened. Every step was agony, and every cry a unanswered lament.
And there, in the darkness that embraced him, he became one more shadow of the gloomy town, a shadow that could never escape itself, because in his sorrow, he had created the town in his mind, and the town had become his purgatory.
And he, in turn, became an eternal convict, wandering the deserted streets, seeking a forgiveness that would never come.
SPANISH VERSION
El pueblo era una prisión. Sus calles, laberintos sin salida. Cada casa, una celda. Y el hombre, el pueblo mismo, estaba encadenado a sus recuerdos. Su mente, un calabozo húmedo, donde los fantasmas del pasado lo torturaban.
En la plaza principal, donde antes se celebraban fiestas, ahora solo había silencio y ruinas. En una pared, descascarillada y sucia, alguien había escrito con lápiz labial: "Traidor". La palabra, como un estigma, marcaba al pueblo y el pueblo, a su vez, se sentía marcado.
Los recuerdos lo asediaban. La risa de ella, ahora una carcajada burlona. El tacto de su mano, ahora una garra fría que lo estrangulaba. Cada esquina, cada ventana, era un espejo que reflejaba su fracaso.
En medio de su andar por ese triste lugar, oía una voz. Una profunda voz, que resonaba en su interior como eco en un pozo sin fondo. La voz de su conciencia, del juez implacable que lo condenaba.
"Traidor", repetía la voz, mientras una sombra lo envolvía, fría y opresiva.
La sombra se materialializaba, tomaba la forma de inquisidor con ojos de brasas, penetrando en su alma. Sus palabras, se clavaban en su carne.
"Has fallado", decía. "Has abandonado a los tuyos".
El pueblo, a través de los ojos del hombre, se veía a sí mismo como un enfermo desahuciado. Cada edificio era una cicatriz, cada sombra una muesca de lo que había sido.
Los sonidos lo atormentaban. El viento ululaba como lamento, las ramas de los árboles arañaban las ventanas, eran garras desesperadas.
Y siempre, la voz del inquisidor, susurrando acusaciones.
A veces, la voz venía de atrás, como si lo persiguiera. Otras veces, de frente, como si lo interrogara. Y a veces, de todos lados a la vez, envolviéndolo en una red de sonidos y oscuridad.
El hombre se arrastraba por las calles, buscando un refugio inexistente. Su cuerpo, consumido por la culpa, se debilitaba. Cada paso era una agonía y cada grito un lamento sin contesta.
Y allí, en la oscuridad que lo abrazó, se convirtió en una sombra más del pueblo sombrío, una sombra que nunca podría escapar de sí misma, porqué él en su pena, creó en su mente el pueblo, y el pueblo se había convertido en su purgatorio.
Y él, se volvió un eterno condenado, vagando en las calles desiertas, buscando un perdón que nunca llegaría.
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