Gracias a Dios esos ojos no abundan mucho, pero el miedo es el mismo o peor, no se puede hablar mal de tu sabes quien.
Y si es incomodo sentirse observado, no me gusta.
Gracias a Dios esos ojos no abundan mucho, pero el miedo es el mismo o peor, no se puede hablar mal de tu sabes quien.
Y si es incomodo sentirse observado, no me gusta.
En Caracas esos ojos estaban en todos lados, y realmente causaba un efecto intimidante.
A mi tampoco me gusta esa sensación, siempre he preferido el anonimato.