La tarde se nubló rápidamente, no parecía ser un aviso de lluvia porque no se veían las nubes oscuras que con frecuencia la anunciaban. De repente, en minutos, todo se oscureció como si le hubieran pasado una pincelada negra al cielo, y una gran explosión trajo con ella una fuerte tormenta que apenas dio tiempo de refugiarse a los que aún se encontraban en la calle. La gente corría buscando dónde resguardarse hasta que cesara la lluvia, pero era cada vez más intensa, un verdadero torrencial, no parecía tener la intención de terminar pronto.
Sofía logró llegar a su casa, inevitablemente, empapada. Entró rápidamente, se retiró la ropa mojada, se dio un baño con agua tibia y tomó un té para no resfriarse. Cerró bien todas las puertas y ventanas, así se sentía, de alguna manera, más segura. Pero en la habitación principal había una gran ventana que estaba muy expuesta; las gruesas gotas de la lluvia rebotaban con rudeza sobre ella, como con deseos de romperla para manifestarse ante sus ojos con mayor claridad. La chica las escuchaba cada vez más fuertes, no entendía por qué sentía miedo ante la presencia de ese rebote en su ventana, eran sólo gotas de lluvia, claro, si lograban traspasar ya no estaría segura en aquel pequeño cuarto, el agua entraría y se apoderaría de todos los rincones.
Su mente comenzó a visualizar aquel espacio como una fortaleza muy segura, ¿Qué podía preocuparle? El techo era muy firme y no se filtraba nada, las paredes estaban bien reforzadas, y el piso era impecable, sin grietas. Sólo le angustiaba ver cómo las gruesas gotas lograban penetrar por las comisuras de la ventana y el agua comenzaba a escurrir por la pared que la sostenía. El agua era un elemento vital, ella lo tenía presente, pero en ese momento no le gustaba verla colarse atrevidamente por su refugio.
Fuertes truenos se manifestaron y los relámpagos lanzaban sin piedad sus destellos en el espacio iluminando aquel recoveco a través de los pequeños cristales transparentes. Le inquietaba el sonido que emitían, sentía que todo se estaba rompiendo y no tardaba en caer el cielo por pedazos sobre su guarida. Si, era algo paranoico, pero la sensación era poderosa. Era una tormenta despiadada, pensaba en los que no tenían al menos un pequeño albergue como el de ella, y continuaban deambulando con frío y miedo por las calles. Pedía al cielo que los resguardara en un lugarcito tibio y seguro.
Como un golpe seco en el vacío, todo se oscureció, la electricidad colapsó ante la cruel tormenta, y en medio de aquella densa penumbra, ella se acomodó lentamente en la pequeña cama donde descansaba de sus jornadas diarias, no dejaba de mirar cómo se reflejaban los relámpagos en su ventana, la obligaban a fijar la vista en ella. Ya no podía ver el agua que deslizaba por la pared, todo estaba en sombras, pero sabía que seguía filtrándose porque la lluvia no cesaba, cada vez era más fuerte e implacable.
Recostó su cabeza en la almohada, comenzó a emitir oraciones casi en susurros, eso la calmaba un poco. Las horas fueron transcurriendo muy lentas, y poco a poco un silencio casi sofocante, invadió la estancia. Ya no se escuchaban las gruesas gotas contra la ventana, ni los truenos, ni los relámpagos iluminando todo por segundos. Retornó la energía eléctrica, ya tenía maneras de observar el lugar, y cuando casi pone sus pies en el suelo impecable, se detuvo al ver que el agua corría libremente por todos lados.
No podía creer lo que había ante sus ojos, se encontraba prácticamente entre aguas. Sintió miedo de bajar de la cama, podía haber algún contacto con algo eléctrico. Se quedó sentada en ella tratando de mantener la calma, y tomó el teléfono para llamar a un amigo. El hombre llevó un cerrajero para abrir la puerta de la casa de Sofía sin dañarla, y al lograrlo, el agua comenzó a salir y deslizarse por los escalones de la entrada, hacia la calle.
Ella al ver que el agua había bajado, salió con rapidez del lugar, experimentó una sensación de libertad y resguardo de otro peligro. La lluvia terminó siendo tan desafiante y agresiva dentro como fuera de su casa. Desde ese momento le dio más seguridad a su vivienda para la llegada de las tormentas.
Autora: Ana C. Rivero Foucault
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Mujer en la lluvia - Imagen cortesía de Pixabay
Lluvia en la ventana - Imagen cortesía de Pixabay
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