La caza.
La luna le guiñaba un ojo a Encarnación Romero asomándose entre las ramas del caro, llenita apareció aquella noche de octubre. El hombre lanzó un escupitajo de chimó casi sobre su hombro mientras se calzaba el pelo e´ guama hasta donde podía entrar en aquella calva cabeza. Se terció el mapire luego de revisar que allí tenía su linterna, su taparita de aguardiente (pa´l frío) y, por supuesto, su munición; chimó no llevaba al monte, retumbaba en su mente la conseja de su padre (que le dijo el padre de su padre) de que los animales de presa se espantan con el olor. Estamos listos Romerito, se dijo a sí mismo mientras bajaba dando salticos la breve ladera que separaba su rancho del camino. Escopeta al hombro camina la noche Encarnación, la hojarasca anuncia sus pasos monte adentro y solo una pavita se atreve a protestar con su canto de presagios. Vasié carajo¡ masculla el hombre tocando un momento bajo la camisa el escapulario que guarda colgado al cuello.
Se deja llevar por sus pies Encarnación, aquellos senderos tantas veces recorridos le esconden pocas cosas a un baquiano como él. La mirada de a ratos se va enredando en las ramas de los árboles como buscando la luna que se rompe entre el follaje para él devolverle el guiño con su linterna. Va pensando Encarnación. La última vez que salió al monte se echó al pico un baquirito que le resolvió bastante y hasta un buen pedazo de carne le llevó a Casilda. En este punto sonríe Encarnación al pensar en las inquietantes formas de la india Casilda. Sí, fue justico después del taguapire antes de llegar al caño donde cazó el bichito ese. Con emoción sus pies se dirigen en pos de aquel paraje porsia quien quita y estén cebaos esos animales allí mísmitico. Al llegar al taguapire Encarnación retoma el control de sus pasos, ahora la hojarasca enmudece ante su andar cauto, prepara su escopeta y aguza todos sus sentidos durante ese trecho hasta la orilla del caño. Alumbra en la orilla y las huellas desordenadas comprueban que ya estuvieron allí abrevando. Apaga la linterna y con sigilo busca el sitio donde suele apostarse, en una loma junto a un tronco seco, se echa pecho a tierra y recarga la escopeta sobre el tronco. Ahora solo debe esperar.
Arriba de Romerito la luna ya ha recorrido buena parte de la noche. Abajo, los sapitos en el caño agobian al silencio con su insistente bulla. Encarnación cabecea y da un suspiro profundo, ya no tiene el aguante de hace unos años. Suelta la escopeta un momento y se voltea boca arriba recargándose sobre el tronco. Hurga en el bolsito y saca su taparita, un trago o mejor dos pa´espabilarse. Mira el pedazo de cielo que las ramas no le han ocultado, le parece que todas las estrellas se juntaron en ese solo jirón de nocturnidad para que él las viera. Así pasa un rato, el frío se desgaja de la copa de los árboles y busca a quien atormentar. Otro trago de aguardiente y de nuevo a su guardia. Al cabo de un rato los matorrales crujen al paso de un animal de buen tamaño. Encarnación tensa los brazos y apoya con firmeza la escopeta metiendo el ojo en la mira, espera que su presa salga al claro pero sigue dando vueltas en los matorrales. Se tensa más el hombre y el corazón le palpita en las sienes, afina el oído hacia el pajonal tratando de no distraerse con la algarabía de los sapitos. Entonces lo oyó.
Sonó cerca y lejos a la vez. Encarnación abrió los ojos cuanto pudo, aflojó la escopeta y ya no tuvo oídos para el matorral o el caño. Trataba de averiguar de dónde venía aquél sonido de advertencia. Sin atinar a moverse a ciegas sentía la proximidad del ruido. El frío se hizo sudor en su frente mientras veía lentamente a ambos lados de su cuerpo buscando La fuente del ruido y al mirar de nuevo hacia adelante aquél ruido tomó la forma de la muerte justo frente a sus ojos.
Cuando a la mañana siguiente Romerito no llegó al rancho, una partida de búsqueda salió al monte tras sus pasos. El primero en encontrarlo fue Ramonote. Allí estaba el viejo encarnación tiesito en el suelo, más allaíta del taguapire en la bajadita del caño. Cerquita de él estaba una cascabel tan tiesa como Encarnación partida en dos por un disparo de escopeta. Por más que revisaron al muerto y a parte de tener un ojo muy abierto, no encontraron señal de picadura de la víbora. Ramonote persignándose solo dijo: ¡malaya sea!, parece que la mordida entró por el ojo.
El Fin.
ENGLISH
The hunt
The moon winked at Encarnación Romero peeking through the branches of the caro, full as it appeared that October night. The man threw a spit of chimó almost over his shoulder while he put his pelo e' guama as far as he could fit on that bald head. The mapire was tercified after checking that there he had his flashlight, histaparita of aguardiente (pa'l frío) and, of course, his ammunition; chimó did not take to the bush, rumbling in his mind the advice of his father (who told him his father's father) that prey animals are scared off by the smell. We are ready Romerito, he said to himself as he hopped down the short slope that separated his ranch from the road. Shotgun to shoulder Encarnacion walks the night, the leaves announce his steps inside the mountain and only a pavita dares to protest with its song of omens. ***The man mumbles, touching for a moment under his shirt the scapular he keeps hanging around his neck.
He lets himself be carried away by his feet Encarnación, those paths so many times traveled hide few things to a baquiano like him. His gaze from time to time gets entangled in the branches of the trees as if looking for the moon that breaks through the foliage to return the wink with his flashlight. Encarnación is thinking. The last time she went out into the bush she took a baquirito which helped her a lot and she even took a good piece of meat to Casilda. At this point Encarnación smiles when she thinks of the disturbing forms of the Indian Casilda. Yes, it was just after the taguapire before reaching the pipe where she caught that little bug. Excitedly his feet go in pursuit of that place porsia who knows if those animals there are birds mísmitico. Arriving at the taguapire Encarnación regains control of his steps, now the leaf litter is mute before his cautious walk, he prepares his shotgun and sharpens all his senses during that stretch until the bank of the river. He shines his light on the bank and the messy tracks prove that they have already been there watering. He turns off the flashlight and stealthily looks for the place where he usually stands, on a hill next to a dry trunk, lies down on his chest and reloads the shotgun on the trunk. Now he just has to wait.
Above Romerito the moon has already covered a good part of the night. Below, the toads in the pipe overwhelm the silence with their insistent noise. Encarnación nods her head and gives a deep sigh, she no longer has the stamina of a few years ago. He lets go of the shotgun for a moment and turns over on his back, leaning against the trunk. He rummages in his little bag and takes out his taparita, a drink or better two pa'espabilarse. He looks at the piece of sky that the branches have not hidden from him, it seems to him that all the stars gathered in that single shred of night for him to see them. A while goes by like this, the coldness comes down from the top of the trees and he looks for someone to torment. Another swig of brandy and back to his guard. After a while the bushes rustle as a good-sized animal passes by. Encarnacion tenses his arms and rests his shotgun firmly, putting his eye to the scope, he waits for his prey to come out into the clearing but it keeps circling in the bushes. The man tenses even more and his heart beats in his temples, he sharpens his ear towards the thicket trying not to be distracted by the chatter of the toadies. Then he heard it.
It sounded near and far at the same time. Encarnación opened her eyes as wide as she could, loosened the shotgun and no longer had ears for the brush or the pipe. He tried to find out where that warning sound was coming from. Without being able to move blindly, he felt the proximity of the noise. The cold became sweat on his forehead as he slowly looked to both sides of his body searching for the source of the noise and when he looked forward again that noise took the shape of death right in front of his eyes. When the next morning Romerito did not arrive at the ranch, a search party went out into the bush in his footsteps. The first to find him was Ramonote. There was the old incarnation tiesito on the ground, plus allaita of the taguapire in the little downspout. Near him was a rattlesnake as stiff as Encarnacion split in two by a shotgun blast and no matter how hard they checked the dead man, they found no sign of the snake's bite. Ramonote, persigning himself, only said: malaya sea, it seems that the bite went through his eyes.
The end.
Texto original de @joalheal para todos los efectos.
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Agradeciendo siempre la oportunidad de poder ejercitarme en la escritura brindada en esta ocasión por #Hispapro e #Hispaliterario y la invitación que me hiciera mi amigo @fragozar01
Original text by @joalheal for all purposes.
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Always grateful for the opportunity to exercise myself in writing provided on this occasion by #Hispapro and #Hispaliterario
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