Era una noche lluviosa y con mucha neblina, Roberto, había salido tarde del trabajo, ya que hubo que resolver un par de imprevistos que se presentaron a última hora, así que cuando venía manejando, no se encontró con la cola de vehículos que habitualmente había en las horas pico, pero debido al clima y la lluvia, venía manejando a poca velocidad.

Él quería llegar pronto a casa, deseaba hablar con su hija, ya que en la mañana, Natalia, traviesa y encantadora hija adolescente, se había molestado mucho con él, ya que no le dio permiso para hacerse un tatuaje y ponerse un pirercing en la nariz.

Natalia, vivía con su madre después del divorcio de Roberto y Lorena; sin embargo, la mayoría de los fines de semana y buena parte de las vacaciones escolares, Natalia las pasaba con Roberto. Y a ella le encantaba, ya que Roberto, la consentía y le cumplía todos sus caprichos. Por ese motivo, Natalia pensó, que su papá, le daría permiso, para hacerse el tatuaje y ponerse el pirercing, ya que su mamá, se lo había negado rotundamente.

—Hola, papá. Buenos días. —dijo Natalia.

—Buenos días, preciosa, te levantaste temprano en tus primeros días de vacaciones. Pensé que ibas a dormir como una osa, los primeros días. —contestó Roberto, mientras le daba un beso a su hija, y llenaba su taza de café.

—Es que me acostumbré a levantarme temprano, y además quería hablar contigo, antes de que te fuera al trabajo. —contestó Natalia.

—A ver, princesa, qué deseas. Seguramente me vas a pedir algo, estás muy dulce esta mañana. — Dijo Roberto sonriendo.

—Sabes, tuve una discusión con mi mamá por esto, ella siempre se niega a darme permiso para las cosas que quiero hacer. — Dijo Natalia.

—A ver ¿Qué quieres hacer, Ir al cine con tus amigas, una reunión acá en la casa, o ir a la playa en grupo con tus compañeras? — Preguntó Roberto, con cierto grado de interés al ver la ansiedad que demostraba Natalia.

—Las muchachas y yo, queremos hacernos un tatuaje y colocarnos un piercing, que nos identifique como parte de nuestro grupo. — Dijo Natalia, ansiosa esperando la respuesta de Roberto.
—Pues, la respuesta es un rotundo, No. Si quieres hacerte un tatuaje, y ponerte aretes en la nariz, espera a cumplir los 18 años, o más tarde, y lo haces, cuando ya trabajes y seas una adulta responsable que lo pueda pagar. Pero mientras estés bajo mi tutela y la de tu mamá, creo que la respuesta será que no, y en eso apoyo al 100% a Lorena. —dijo Roberto, con algo de molestia en su voz.

Natalia, al escuchar la negativa de su padre, se encolerizó, comenzó a decir groserías y, antes de tirar la puerta al salir, le dijo que ya no quería estar con él, y que prefería estar sola a estar junto a sus padres, diciéndole al final con un fuerte grito: “Te odio”, mientras tiraba la puerta al salir.

Roberto se desvió de su camino habitual y se paró a comprar unos dulces de chocolate para Natalia en la panadería. ÉL tenía toda la intensión de hablar con ella y comer algo sabroso. Él conocía bien a Natalia, y sabía que ella se sentía muy mal para haberle gritado, y por haberle dicho todas las cosas que dijo cuando estaba molesta.

Así que él compró unos dulces para su hija, para hacer las paces, comiendo un rico dulce, mientras veían juntos una película. Al salir de la panadería, Roberto paró en el semáforo, para esperar la luz de cruce, y cuando la luz cambió, él comenzó a cruzar la avenida, y cuando su auto estaba empezando a cruzar, un camión, lo golpeó, destrozando el auto de Roberto.

Roberto perdió el conocimiento y no supo más nada de sí. Natalia recibió una llamada, donde le informaban el accidente de su padre, ella llamó nerviosa y angustiada Lorena, y ambas estaban juntas en el hospital, esperando tener noticias de Roberto.

Roberto, se sentía muy extraño, estaba en un lugar muy oscuro, pero de repente vio una luz y se acercó hacia ella, al llegar a la luz, vio a su madre, sus abuelos, a varios de sus viejos amigos y hasta pudo ver a su perro Locky, el cual brincó hacia él meneando su cola, como lo hacía cuando estaba vivo.

Roberto estaba un poco confundido, en un principio, pero después se dio cuenta, que había muerto y que estaba reunido con los seres queridos que habían partido antes que él.

Roberto, sentía una paz, una tranquilidad y un sentimiento de amor, indescriptible e inconmensurable. Ahora sentía que estaba en su verdadero hogar y los hay presentes, le hicieron saber que era bien recibido.

Pero cuando Roberto, estaba a punto de partir de manera definitiva, escuchó a lo lejos, el llanto y la voz de Natalia, y sintió un deseo terrible de estar con ella y de consolarla. Y cuando él sintió esa nostalgia y ese sentimiento de dolor en el corazón, todos los que estaban presentes lo sintieron junto a él.

En ese momento, se presentó ante Roberto, una hermosa mujer, y cuando él se comunicó con ella, pero no con palabras, sino con el pensamiento, ella le dio a entender, que ella era su ángel de la guarda, y además le dijo que su tiempo ya se había acabado en la tierra.

—Sé que debo seguir mi camino, también sé que mi ciclo en este mundo terminó, y agradezco la oportunidad de estar aquí y de sentir, estos sentimientos que jamás he sentido. Pero al escuchar llorar a mi hija y sentir su dolor, solo quiero pedir permiso, para despedirme de ella, ya que no quiero que sienta culpable, por haberme gritado antes del accidente. — Le comunicó Roberto a su ángel.

Ella se conmovió y le consiguió, treinta minutos, a Roberto, para que se despidiera de Natalia y de Lorena.

—¿Doctor, ¿cómo está, Roberto? —preguntó Lorena, con lágrimas en los ojos.

—Dificulto que pueda recuperarse. Esperemos a ver si recupera la consciencia, para que puedan despedirse. Ya todo lo médicamente posible se hizo, y no hubo respuesta. De hecho, es un milagro, que todavía esté vivo. — Lorena y Natalia, rompieron en llanto al conocer la realidad de Roberto.

Natalia, estaba llorando, sentada al lado de Roberto, tomando su mano y pidiéndole perdón, por haberle gritado y por haberle tratado mal en la mañana, ella estaba desconsolada y con un gran sentimiento de culpa.

Un momento después, Roberto, apretó la mano de su hija, la miró y logró hablar con ella. Él le dijo, que él la amaba, y que él sabía que ella lo amaba. Le dijo que no debía sentirse culpable, la besó y se despidió de ella, diciéndole que estaba bien, y que ahora debía irse a una nueva aventura. Y después le dijo que, en un futuro, ella estaría de nuevo con él.

Después de un dulce beso y de darle la bendición a su hija, Roberto trascendió de nuevo, al mundo al que ahora pertenecía. Y desde ahí, vio a Natalia y Lorena, con una tristeza por su pérdida, pero a la vez con una paz espiritual, que le daba tranquilidad.

La alegría que sentía Roberto, al ver que su hija no se sentía culpable, y que ella tenía paz espiritual, le dio toda la fuerza que necesitaba para seguir adelante. Y se despidió de ellas, desde su nuevo mundo, mientras, Lorena y su hija, se despedían de él a través de un largo y emotivo adiós, lleno de amor.

Gracias por leerme.