Hola querido hiver.
El pasado martes ocurrió en mi país un suceso que nos tiene a todos con el corazón encogido. A estas alturas la noticia ha recorrido el mundo, seguro que sabes a qué me refiero. Pero por si acaso no lo sabes, se trata de una gota fría (ahora las llaman dana), lluvias torrenciales que provocaron una gran riada que ha arrasado un montón de pueblos al sur de Valencia en España.
Las imágenes son dantescas. Los coches se amontonan hasta cuatro unos encima de otros. Pasos subterráneos, garajes y parkings con agua hasta el techo. Barro y lodo por cada centímetro de calle. Han estado días enteros sin luz ni agua en esas condiciones. Un horror.
Cuando la naturaleza se desata desplegando su fuerza nada puede detenerla. Los humanos nos empeñamos en levantar muros que el viento o el agua derriban de un plumazo. En apenas unos minutos, la existencia de miles de personas ha cambiado de forma radical, perdiendo sus casas, sus coches y lo que supera cualquier otra cosa: sus seres queridos o sus propias vidas.
Es prácticamente imposible permanecer aislado de lo que sucede a unos trescientos kilómetros de distancia. Da igual si pones la televisión, si entras en alguna red social o si te encuentras con un conocido por la calle. El tema surge por cada rincón y cada uno expresa su parecer en un intento de desahogo que no aporta solución alguna pero alivia esa angustia de empatizar con algo en lo que no puedes intervenir.
Por si la desgracia no fuera suficiente, la desinformación y los bulos campan a sus anchas. Bien es sabido que “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Siento rabia por la manera en que muchos aprovechan para robar, hacerse propaganda o atraer adeptos a su causa en lugar de mantener la precaución y arrimar el hombro. O permanecer con la boca cerrada y los dedos alejados del teclado.
Como suele pasar en este tipo de catástrofes, ha habido muchos fallos que se pagan en vidas humanas. Se pudieron evitar muchos fallecidos. Las alertas se dieron tarde, después se perdió un tiempo precioso en la ayuda necesaria. Ahora no hay una adecuada información. Y todo por evitar responsabilidades o, si podía ser, endosárselas al contrario.
También en momentos como estos se descubre la grandeza de las personas. Unos jugándose la vida por salvar la de otros. Abriendo sus casas para los que las han perdido. Llevando agua, comida y enseres de primera necesidad. Filas interminables de voluntarios que han acudido para limpiar y ayudar en lo que puedan. Es la parte que te reconcilia y te devuelve la esperanza de que en los momentos difíciles somos capaces de lo mejor.
En lo personal todos los conocidos que tengo en la zona están bien. Trato de estar informada de forma calmada, sin pegarme al móvil todo el día que es lo que la angustia te pide. La serenidad y el análisis pausado de lo que llega por cada canal de información es la mejor receta para estar en disposición adecuada para seguir con las actividades diarias. La vida debe continuar.
Hasta la próxima publicación. Mientras tanto, ¡cuídate!
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Hi dear hiver.
Last Tuesday an event took place in my country that has made all of us shudder. By now the news has travelled the world, I'm sure you know what I'm talking about. But just in case you don't know, it was a cold drop (now they call it dana), torrential rains that caused a huge flood that has swept through a lot of villages south of Valencia in Spain.
The images are Dantesque. Cars are piled up to four high on top of each other. Subways, garages and car parks with water up to the roof. Mud and mud in every inch of the street. Whole days without electricity and water in these conditions. A horror.
When nature unleashes its force, nothing can stop it. We humans insist on erecting walls that wind and water bring down in one fell swoop. In just a few minutes, the existence of thousands of people has changed radically, losing their homes, their cars and what is more important than anything else: their loved ones or their very lives.
It is virtually impossible to remain isolated from what is happening three hundred kilometres away. It doesn't matter if you turn on the television, go on a social network or meet an acquaintance in the street. The subject comes up in every corner and everyone expresses their opinion in an attempt to let off steam that does not provide any solution but relieves the anguish of empathising with something in which you cannot intervene.
As if the misfortune were not enough, disinformation and hoaxes are rampant. It is well known that "when the river is troubled, the fishermen catch all the fish". I feel anger at the way in which many take advantage of the situation to steal, advertise themselves or attract followers to their cause instead of exercising caution and taking a stand. Or keep their mouths shut and their fingers away from the keyboard.
As is often the case in such catastrophes, there have been many failures that have been paid for in human lives. Many deaths could have been avoided. Warnings were given too late, then precious time was lost in getting the necessary help. Now there is no adequate information. And all this to avoid responsibility or, if possible, to pass it on to the other side.
It is also at times like these that one discovers the greatness of people. Some risking their lives to save the lives of others. Opening their homes to those who have lost them. Bringing water, food and basic necessities. Endless lines of volunteers who have come to clean up and help in whatever way they can. It is the part that reconciles you and gives you back the hope that in difficult times we are capable of the best.
Personally, everyone I know in the area is doing well. I try to stay informed in a calm way, without being glued to my mobile phone all day long, which is what anguish demands. Serenity and a slow analysis of what comes through each information channel is the best recipe for being in the right frame of mind to carry on with daily activities. Life must go on.
See you next time. In the meantime, take care!
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