Hello Hive friends! I hope you are having a great Thursday.
Today I want to share a reflection that comes to me every time I take photos of old vehicles. I capture not only their image, but also the stories they seem to tell. Each car, bicycle or motorcycle keeps in its rusty metal memories of those who used them, lives that left an indelible mark in time.
On my last walk, I came across a restaurant that had decorated its entrance with old vehicles: a children's bicycle, a pedal car, and a motorbike. These objects, now immobile and covered in rust, were once companions of adventures, witnesses of laughter and races. Next to it, a truck from the 40s, a van from the 50s and a ranch from the 60s remain like time capsules, evoking the hard life of those who depended on them to work and bring food to their homes.
These vehicles, although marked by time, remind us that life is full of small moments that, although they sometimes go unnoticed, leave deep marks in our memory.
Just as rust coats their surface, memory covers the soul, keeping alive the stories of those who once used them.
![Spanish]
¡Hola amigos de Hive! Espero que estén teniendo un excelente jueves.
Hoy quiero compartir una reflexión que me surge cada vez que tomo fotos de vehículos antiguos. No solo capturo su imagen, sino también las historias que parecen contar. Cada coche, bicicleta o moto guarda en su metal oxidado recuerdos de quienes los usaron, vidas que dejaron una huella imborrable en el tiempo.
En mi última caminata, me encontré con un restaurante que había decorado su entrada con viejos vehículos: una bicicleta infantil, un autito de pedales y una motito. Estos objetos, ahora inmóviles y cubiertos de óxido, fueron en su día compañeros de aventuras, testigos de risas y carreras. A su lado, un camión de los años 40, una camioneta de los 50 y una estanciera de los 60, permanecen como cápsulas del tiempo, evocando la dura vida de quienes dependían de ellos para trabajar y llevar sustento a sus hogares.
Estos vehículos, aunque marcados por el tiempo, nos recuerdan que la vida está llena de pequeños momentos que, aunque a veces pasan desapercibidos, dejan huellas profundas en nuestra memoria.
Así como el óxido recubre su superficie, la memoria cubre el alma, manteniendo vivas las historias de aquellos que alguna vez los usaron.
