Era 1953, para Mariana las cosas del amor eran solo para los personajes de las novelas, hasta que una mañana en la plaza Bolívar tropezó con la mirada de Arturo.
Arturo, con su traje de palto cruzado impecable y su sombrero ligeramente inclinado, parecía salido de una de las películas que exhibían en el Radio City en Sabana Grande. Caminaba sereno y sobrado, pero con un brillo de ternura en sus ojos que le era imposible de ocultar. Cuando la vio, todos los relojes del planeta se detuvieron y un suspiro fue una eternidad.
Mariana sintió algo nuevo, extraño y a la vez hermoso. Ella, que era un manantial en calma, notó que su corazón se aceleró, como locomotora sin control. Nadie dijo nada, solo las miradas intercambiaron secretos y promesas.
Desde aquel día, la vida de Mariana cambió. El amor había tocado su puerta y ella estaba dispuesta a abrirle, no iba a dejar que siguiera de largo. Arturo le enviaba cartas firmadas con perfecta caligrafía. En ellas, no había grandes confesiones, solo relatos breves de sus días y descripciones de cómo el cielo de Caracas se volvía más hermoso desde que la conoció. Mariana leía cada carta con la sonrisa dibujada y la emoción de mujer enamorada. Aquellas palabras eran pétalos de rosas rojas que acariciaban su visión.
Un domingo, después de los murmullos de las misas, Arturo la llevó a pasear al parque El Calvario. Las risas y el aroma de la felicidad los envolvía, haciendo sentir que no había más nadie en el mundo, ellos eran los primeros de la creación. Cada uno entregaba su amor con la certeza de que se entregaba un poder. Amar a alguien es tener la capacidad de dañar a esa persona y de no hacerlo. El amor es vulnerabilidad y, a la vez, protección; solo dos que se aman pueden hacer que esas dos cosas puedan estar unidas.
Ella, al ver un colibrí, lo hizo su símbolo. El colibrí, al igual que el amor, es delicado, hermoso, pero con la fuerza de sostenerse volando incluso cuando el viento fuese fuerte.
El amor seguía floreciendo y Arturo no paraba de sorprenderla. Una noche, Mariana corrió a la ventana y vio en plena calle a Arturo. Él, con guitarra en mano, acompañado de un par de músicos, le regalaba canciones de la época, boleros de Rafa Galindo.
El amor de Mariana y Arturo fue como la Caracas que los cobijaba, lleno de belleza, magia y poesía. Y así, sencillo, sin tragedias, el amor entre ellos permaneció, ligero como el vuelo del colibrí y eterno como el eco de un bolero bajo las estrellas.
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La imagen del colibrí fue obtenida utilizando los elementos de CANVA.
Es mi responsabilidad compartir con ustedes que, como hispanohablante, he tenido que recurrir al traductor Deepl para poder llevar mi contenido original en español al idioma inglés. También, hago constar que he utilizado la herramienta de revisión gramatical Grammarly.
Caracas, 21 de diciembre del 2024
English
It was 1953, and for Mariana love was only for the characters of novels, until one morning in Bolivar Square she met Arturo's gaze.
Arturo, with his impeccable suit and slightly tilted hat, looked like he had stepped out of one of the movies shown at Radio City in Sabana Grande. He walked serene and sober, but with a gleam of tenderness in his eyes that was impossible to hide. When he saw her, all the clocks on the planet stopped and a sigh was an eternity.
Mariana felt something new, strange, and beautiful at the same time. She, who was a calm spring, noticed that her heart accelerated like an uncontrolled locomotive. No one said anything; only glances exchanged secrets and promises.
From that day on, Mariana's life changed. Love had knocked on her door and she was ready to open it, she was not going to let it go. Arturo sent her letters signed in perfect handwriting. There were no great confessions in them, only brief accounts of his days and descriptions of how the Caracas sky had become more beautiful since he met her. Mariana read each letter with a smile on her face and the emotion of a woman in love. Those words were petals of red roses that caressed her vision.
One Sunday, after the murmurs of the masses, Arturo took her for a walk to El Calvario Park. Laughter and the scent of happiness enveloped them, making them feel that there was no one else in the world, they were the first of creation. Each one gave their love with the certainty that they were giving a power. To love someone is to have the capacity to harm that person and not to do so. Love is vulnerability and, at the same time, protection; only two who love each other can make those two things can be united.
She, seeing a hummingbird, made it her symbol. The hummingbird, like love, is delicate, and beautiful, but with the strength to sustain itself flying even when the wind is strong.
Love continued to bloom and Arturo kept surprising her. One night, Mariana ran to the window and saw Arturo in the middle of the street. He, with guitar in hand, accompanied by a couple of musicians, gave her songs of the time, boleros by Rafa Galindo.
Mariana and Arturo's love was like the Caracas that sheltered them, full of beauty, magic, and poetry. And so, simple, without tragedy, the love between them remained light as the flight of a hummingbird and eternal as the echo of a bolero under the stars.
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Caracas, December 21, 2024
It is my responsibility to share with you that, as a Spanish speaker, I have had to resort to the translator Deepl to translate my original Spanish content into English. I also state that I have used the grammar-checking tool Grammarly.